Los recuerdos de mi juventud en Barranquilla evocan una ciudad que era un remanso de paz, donde moverse de un lugar a otro era sencillo y seguro. Sin embargo, los tiempos cambian, y las ciudades crecen. Este es el momento adecuado para reflexionar sobre la transformación constante de Barranquilla.
La falta de planificación y de planificadores urbanos se ha vuelto evidente en nuestra ciudad. La planificación urbana es la hoja de ruta esencial para organizar el entorno urbano. Se encarga de la formación y transformación del espacio, y abarca el desarrollo en múltiples niveles: arquitectónico, infraestructura, ecológico, económico, tecnológico y ambiental. Este enfoque integral es fundamental para fomentar un desarrollo que sea socialmente equitativo, económicamente viable y ambientalmente sostenible. Se trata de diseñar un entorno urbano que contemple no solo la forma física de la ciudad, sino también sus funciones económicas y los impactos sociales de cada actividad.
Cuando pensamos en el futuro, el objetivo debe ser tener una Barranquilla planificada y organizada. Cada nuevo proyecto debe considerar su entorno y evaluar cómo impactará la movilidad, la seguridad y la economía de la ciudad. En Barranquilla han surgido "ciudades dentro de la ciudad", lo que refleja nuestra pequeña densidad demográfica. Mi reflexión es: si estos proyectos se aprueban, ¿por qué no comenzamos a organizar esos entornos y realizar las obras urbanísticas que se requieren?
Una preocupación particular es el desarrollo de la Ciudadela Ciudad Mallorquín en Puerto Colombia. Con más de 10,000 vehículos previstos y el 99% de sus nuevos residentes trabajando en Barranquilla, surge la pregunta: ¿dónde están los responsables de hacer ciudad? La responsabilidad recae sobre el Área Metropolitana de Barranquilla (AMB), la Alcaldía de Puerto Colombia y la Alcaldía de Barranquilla. Este proyecto se desarrolló en más de dos años, y la falta de planificación en las vías puede convertirse en una bomba de tiempo para la ciudad.
El área metropolitana tiene una responsabilidad enorme: asegurar que proyectos como este no impacten negativamente nuestros entornos. La Corporación Autónoma Regional del Atlántico (C.R.A.) también debe desempeñar un papel activo en el acompañamiento y control ambiental. Otro punto de inquietud es el destino de las aguas residuales de las más de 17,000 unidades habitacionales que tiene la Ciudadela. Este tipo de proyectos deben ser abordados de manera integral, con la participación de todos los entes responsables de proyectar, desarrollar y construir la ciudad.
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