Existe una relación muy estrecha entre el placer y el dolor, hay una práctica sexual que muchos hemos probado, sin saber qué hace parte del BDSM (*). Se trata del spanking.
El spanking es un término inglés que significa dar azotes en las nalgas, o en la parte trasera de los muslos. Y aunque es una práctica moderna tiene algo de historia para contar.
En 1960, el arqueólogo italiano, Carlo Maurilio, exploró La Tumba de la Flagelación, una tumba etrusca del año 490 a.C. de la antigua ciudad de Tarquinia, en Italia, y en ella encontró muchos frescos, pero el que llamó su atención y que le da nombre fue el de una mujer desnuda entre dos hombres que la azotaban en un contexto sexual. Es la primera representación de un spanking que se conoce.
En el siglo pasado, esta práctica era interpretada como un castigo que le daba el poder y dominio de los hombres sobre las mujeres y se hizo muy popular en escenas del cine clásico de los años 50 en Hollywood.
En la actualidad, el spanking es el acto de azotar durante un encuentro sexual con una finalidad placentera y completamente consentida por ambas partes. Es dar nalgadas con la mano o con cualquier otro objeto en un contexto erótico.
Cuando una práctica como esta te gusta, tiene que ver con la relación cerebral que existe entre el placer y el dolor. El dolor hace que el sistema nervioso central libere en endorfinas para bloquear esa sensación y también provoca euforia en la misma forma que actúan los opiáceos como la morfina.
Los sexólogos lo explican con el término “masoquismo benigno”, que se entiende como la búsqueda del dolor, sabiendo que no tendrá consecuencias graves porque es seguro.
La doctora Rebecca Plante, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Ithaca, Nueva York, realizó un estudio sobre los azotes sexuales: “No hay un único motivo para que nos guste el spanking y para entender en forma precisa el porqué, primero habría que tener en cuenta todo el espectro del spanking, que va desde más básico de azote con la mano en el culo, durante el sexo, hasta los azotes con una pala”, explica.
Para realizar cualquier práctica sexual es necesario que exista el mutuo consentimiento sexual y un acuerdo entre las partes. No es cuestión de complacer o de obligar a tu pareja a hacer algo que no le gusta o con lo que no se sienta cómodo.
Como se trata de una práctica de BDSM, es necesario establecer límites y códigos o palabras de seguridad para garantizar que en todo momento se pueda parar.
Si se animan practicarla, es sencillo, solo necesitan un buen trasero y una mano dispuesta a nalguear. Por supuesto que hay que empezar poco a poco y comunicarse para saber si le está gustando o no.
Plante en su estudio concluye: “Deberíamos sentirnos cómodos con nuestra sexualidad con que cambie a lo largo de nuestra vida, pero nunca sentirnos coaccionados u obligados a hacer nada”.
Lo mejor es que cada pareja pone sus reglas y puede practicarse en cualquier momento del encuentro sexual. La intensidad aumenta dependiendo de lo que estén experimentando y lo más importante es la comunicación antes, durante y después para disfrutar del spanking #sinrecato.