Colombia – En un país que a veces adolece de símbolos que nos unan, hay cosas que atraviesan generaciones sin pedir permiso. En un rincón cálido de nuestra infancia y también de nuestra cotidianidad, todos guardamos una mesa compartida, una carcajada en familia y el crujir inconfundible de un pollo bien hecho. Y si ese recuerdo y presente tienen aroma y nombre, para muchos colombianos se llama Frisby.
La celebración de sus 48 años no fue una fiesta convencional. No hubo gala de trajes largos ni discursos de podio. En su lugar, hubo abrazos entre personajes entrañables, como si los íconos del consumo popular colombiano se dieran cita en un mismo lugar para celebrar no solo a Frisby, sino a todo lo que representan: cercanía, sabor, infancia, barrio, hogar.
Frisby acaba de recordarnos que el marketing también puede ser una herramienta de conexión emocional y cultural. La cadena colombiana de pollo celebró su cumpleaños número 48 con una fiesta que rompió moldes: la FrisGala 2025, un evento protagonizado no por celebridades humanas, sino por mascotas y personajes emblemáticos de otras marcas queridas por el público colombiano.
¿Quiénes asistieron? La vaca de Alquería, la muñeca de Pastas La Muñeca, el Tino de Chocoramo, la ardilla de Univalle, entre otros íconos del consumo popular colombiano. Todos presentes no como piezas de museo, sino como figuras activas de la cultura de marca que hoy siguen marcando presencia en redes, estanterías, plazas, vallas y sobre todo, en la memoria viva de millones de consumidores.
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Los videos compartidos por Frisby y replicados por las cuentas oficiales de las marcas asistentes en redes sociales muestran abrazos, guiños y escenas que bien podrían haber sido parte de una película de animación criolla. Pero más allá del colorido, lo que hay es una lectura inteligente del momento: Frisby sabe que está hablando con audiencias hiperconectadas, con consumidores que valoran la autenticidad, y que encuentran en estos personajes un punto de anclaje emocional.
La FrisGala 2025 no necesitó de influencers, ni de anuncios televisivos de alto presupuesto. Bastaron unos cuantos clips bien producidos, una idea creativa sólida, y sobre todo, una visión clara de lo que significa hoy crear comunidad desde una marca: construir puentes entre generaciones y marcas que comparten ADN simbólico.
Este evento marca un precedente dentro del marketing colombiano. Se trata de una celebración que no se enfocó únicamente en destacar los logros empresariales o cifras de expansión, sino en generar conversación desde la emoción, el recuerdo colectivo y la actualidad. Frisby —al reunir a marcas activas y con vigencia en el imaginario colectivo— logra reposicionarse no solo como una empresa líder en el sector alimenticio, sino como una marca con sensibilidad cultural y visión colaborativa.
Frisby nació en Pereira en 1977 y hoy sigue siendo uno de los referentes más sólidos del sector de comidas rápidas en Colombia. Su expansión ha sido sostenida, y su arraigo emocional se ha fortalecido con campañas que apelan tanto al sabor como a la identidad. Esta celebración de los 48 años demuestra que una marca puede mantenerse vigente no solo por su producto, sino por cómo se cuenta a sí misma y cómo dialoga con sus audiencias.
El uso de personajes de otras marcas no es gratuito ni anecdótico. Es una declaración de principios: en un mercado donde muchas veces las marcas compiten por visibilidad, Frisby propone una narrativa de comunidad, donde lo popular no se excluye ni se disfraza, sino que se abraza con orgullo. Es, en muchos sentidos, una declaración de amor al país real.
En los comentarios de las publicaciones se leen mensajes como “qué nota verlos juntos”, “es como volver al colegio”, “esto me alegró el día” o “yo crecí con todos ellos”. Lo emocional aquí no es accesorio, es el núcleo de la estrategia. Y esa emocionalidad no está anclada al pasado, sino al presente continuo de quienes siguen comiendo pollo Frisby, usando productos Alquería, cocinando con Pastas La Muñeca o empacando un Chocoramo para la jornada.
En un entorno publicitario saturado de mensajes grandilocuentes y campañas impersonales, Frisby logra sobresalir por una vía distinta: la calidez. Lo hace con humor, con una pizca de nostalgia y con una dosis generosa de actualidad. Porque estas marcas están vivas, están vigentes, y lo están diciendo juntas.
La FrisGala 2025 será difícil de repetir, no por lo complejo de su logística, sino por lo preciso de su ejecución. Frisby no solo celebró un aniversario; construyó una pieza de contenido que ya forma parte del archivo emocional colectivo de los colombianos.