Desde el año 1977 de la mano de mi papá comencé a ir a ver los partidos del Junior de Barranquilla. Eran los tiempos de Delménico, Bolaño, Comesaña, Arango (que crack) y la "bruja Verón", que equipazo dirigido por José Varacka. Eran los tiempos de el "campeón"Edgar Perea, del "maestro" Fabio Poveda, del gran Efraín Peñate, de Abel González y muchos más.
Pero también era la época del colegio, de guardar plata de la merienda para la boleta, de las discusiones en los recreos por el Junior y de lo mejor que me podía pasar en la semana, que llegara el domingo para ir a ver al Junior.
Toda la semana pensaba en la alineación que pondría Varacka para enfrentar al América, en que no podíamos perder el clásico con el Unión Magdalena, en que Millonarios venía al Romelio con una gran banda a querer ganarnos, pero el día más importante era el domingo.
De lunes a viernes era un martirio y una "pelea" con mi mamá levantarme temprano para ir al colegio, me llamaban tres o cuatro veces y terminaba llegando tarde, llevándome un gran regaño del Padre Vidal, Director de Primaria del Liceo De Cervantes.
Esto pasaba de lunes a viernes pero el domingo era lo contrario, me levantaba solo, sin que tuvieran que llamarme, a las 7 de la mañana estaba en pie, porque sabía que mi papá me llevaría ese día al estadio a ver a mi equipo del alma.
Me bañaba enseguida y desayunaba temprano. El reloj ese día andaba más despacio que de costumbre, el tiempo se hacía eterno pero las ganas de ir al estadio estaban intactas.
Llegaban las 12:30 del mediodía y junto a mi padre íbamos rumbo al Romelio . Había que salir temprano porque tocaba comprar la boleta y las filas eran extensas. Al llegar al estadio, los revendedores abundaban en la puerta del escenario pero entre ellos un pequeño niño de piel oscura vendiendo Marlboro resaltaba con su acento cartagenero gritando: Mabboro Mabboro, tengo sombra más barata.
Después de hacer la larga fila,ya casi a las tres de la tarde, ingresábamos al vetusto Romelio Martinez a esperar el partido y ver al equipo que durante la semana era lo más importante para mí.
Yo soñaba de lunes a sábado, con ver las atajadas de Delménico, las salidas por los costados de Oscar Bolaño y "toto" Rubio, del anticipo de Berdugo y la presencia y pierna fuerte de Dulio Miranda. Pensaba durante toda la semana en la garra de Comesaña, la fuerza de Rafa Reyes, la calidad de Eduardo Solari o la clase del "maestro " Alfredo Arango (de los mejores jugadores que he visto en mi vida). En el colegio, en los recreos, quería tener la pegada de la "bruja" Verón, el oportunismo de Fernando Fiorillo, la potencia de Ariel Valenciano o la velocidad del "caballo" César Lorea.
Todos ellos estaban en las narraciones que hacíamos en los recreos tratando de imitar al "campeón" Edgar Perea.
Cada jugada en el escenario de la calle 72 se vivía con pasión, Perea manejaba las tribunas a su antojo y ante cada equivocación del árbitro, mandaba a todos los aficionados (que solo lo escuchaban a él), a gritarle fuerte el "corito celestial".
Junior empujaba durante el partido y al rival no le quedaba otra que retroceder e intentar refugiarse para no salir goleado.
El técnico José Varacka desde la línea, gritaba dando indicaciones a sus jugadores, quienes dentro del terreno hacían respetar la casa.
Delménico ponía el cerrojo en el arco, mientras que la defensa hacía su labor, Comesaña se "batía" como un león en la cancha,.mientras que Arango dibujaba sutilezas en el terreno del Romelio para que terminaran en la prodigiosa "zurda" de "Verón" y este la anidara en la.red contraria.
Ese era mi Junior, ese era el "tiburón", ese era el equipo con el que soñaba toda la semana, el equipo que quería ver. Y ahí estaba el domingo, cumpliendo mi sueño y celebrando al lado de mi papá cada gol rojiblanco, que retumbaba en todo el estadio, cuando la garganta de Edgar Perea, lo narraba tan fuerte que no necesitaba un radio para escucharlo.
Después del triunfo y la felicidad, con mi papá celebrábamos con un jugo de corozo y unas butifarras, que no podían faltar.
Así terminaba mi día favorito de la semana, el domingo y me alistaba para el lunes, si para la discusión sobre el Junior en el colegio, porque perdiera o ganara siempre generaba disputas y discusiones.
Comenzaba otra semana y desde ya me ponía a pensar en el próximo domingo, en la alineación de Varacka, las jugadas de Arango y los goles de Verón narrados por Edgar Perea.
Así era...un partido en el Romelio.