“Si hay algo que Penélope sabía es que es improbable que exista otro sujeto en el mundo llamado Clitorio, como su marido”, pensé con claridad mientras leía un periódico sabatino.
Este había tratado de cambiar ese nombre, pero aún no habían aprobado la ley que permita a los notarios realizarlo.
También conocí a otro sujeto, éste si tan real como aquel que cuya ignominia llevó al pueblo alemán a cometer el peor de todos los crímenes humanos llamado El Holocausto.
Me refiero a un pobre cristiano al que bautizaron con el nombre de Hitler; pero nunca intentó cambiarlo y así llegó a mi oficina para prestar un servicio.
Muy conmocionado le permiti trabajar conmigo; porque no tengo complejos y fui piadoso con él. Es que no es su culpa haber sido víctima de sus padres, quienes lo castigaron a tan temprana edad, por lo que ese nombre representa.
Sin duda existen padres que insubordinan la razón y predisponen a sus hijos a padecer una cruz pesada e innecesaria.
¿Los hijos no deben venir al mundo a sufrir estos hechos discriminatorios? Es que ahora entiendo cómo nace el bullying en las escuelas y colegios.
Si en mi niñez le hice bullying a algún amiguito que recuerde, lo lamento y ojalá me lo perdone.
No sé muchas cosas de los nombres, pero todos son inventados y deben ser propositivos y para que sirvan a los hijos en la vida y no resulten ser una carga.
Los nombres son como las cruces que se pintan en la frente los católicos en la Semana Santa.
Te marcan y te dejan su huella, aunque se pueden borrar o también cambiar.
Sea usted gentil y bautice a su hijo con un lindo nombre, dele también un apellido que lo haga sentirse orgulloso para que tenga un feliz fin de año y se le augure un mejor futuro.
Amigo lectores recordemos que el mundo es bastante duro, para que algún mequetrefe se lo ponga más difícil a algún hijo que no esté a gusto con su nombre.