Los miles de gritos en el estadio metropolitano de Barranquilla contra el presidente Petro, lejos de ser una falta de respeto o una afrenta contra el primer mandatario o su familia, representan una protesta legítima y pacífica, muy diferente a las marchas vandálicas de la primera línea, apoyadas en su momento de efervescencia y calor por el dúo de los Gustavos: Petro y Bolívar; las que sí terminaron con muertos y saqueos de comercios, destrucción de propiedad pública y privada y cómo tampoco se parece a otros eventos en donde los fanáticos del presidente invadieron embajadas y entidades públicas para hacer con su protesta un actor intimidatorio.
Según escuché por distintos medios no hubo en Barranquilla durante el partido Brasil - Colombia, nada que lamentar y fue una fiesta del deporte admirable y la ciudad se lució en todo lo multicolor, hasta en su original forma de protesta en el Metropolitano.
Que vengan mejores días y qué el gobierno escuche el clamor del pueblo, para que no se sigan equivocando. Lo que deben hacer es cuidarse para no seguir agobiando a la gente con más impuestos y frenar el despilfarro del dinero de los contribuyentes.
Pero, ¡la lección está aún por aprenderse!