Siria - El gobierno de Bashar al Assad ha caído luego de que fuerzas rebeldes tomaran el control de Damasco, marcando el fin de más de una década de gobierno autoritario. Los insurgentes, encabezados por el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), consolidaron su avance tras semanas de intensos enfrentamientos. La familia Assad abandonó Siria antes de la entrada de los rebeldes en la capital, según informaron fuentes internacionales.
En un discurso desde la mezquita de los Omeyas, Abu Mohammed al Jawlani, líder de HTS, afirmó que el pueblo sirio inicia "una nueva era". La ofensiva que culminó con la toma de Damasco incluyó el control de ciudades clave como Homs y Alepo, debilitando las líneas defensivas del régimen. Este colapso se atribuye a la creciente presión de las fuerzas rebeldes, combinada con el aislamiento internacional del gobierno de Assad.
Las calles de Damasco fueron escenario de celebraciones, con miles de personas ondeando banderas de la oposición. No obstante, se registraron actos de saqueo en zonas cercanas al antiguo palacio presidencial, lo que llevó a las nuevas autoridades a establecer un toque de queda nocturno para mantener el orden. En otras regiones del país, especialmente al este, los insurgentes liberaron a cientos de prisioneros políticos como parte de un proceso de reconciliación.
En el plano internacional, líderes mundiales han reaccionado a este acontecimiento. Estados Unidos y Francia emitieron comunicados llamando a la unidad y reconstrucción del país. Por su parte, Rusia, aliado del régimen, no se ha pronunciado oficialmente, aunque informes señalan que facilitó la salida de la familia Assad. La caída del régimen reconfigura el panorama geopolítico del Medio Oriente y plantea preguntas sobre el rol de los actores internacionales en la transición.
La coalición rebelde ha prometido formar un gobierno inclusivo y respetar los derechos humanos. Sin embargo, los analistas advierten que las tensiones entre diferentes grupos armados y las heridas de una prolongada guerra civil representan desafíos importantes. Además, las regiones controladas por milicias pro-Assad y las zonas bajo influencia kurda complican la unificación del territorio sirio.
Mientras tanto, los ciudadanos en Damasco intentan adaptarse a la nueva realidad. Aunque los servicios básicos comienzan a reactivarse, el acceso a transporte, comunicaciones y suministros sigue siendo limitado. La frontera con Líbano permanece restringida, mientras se realizan operativos de seguridad para prevenir el ingreso de combatientes leales al régimen.
El derrocamiento de Bashar al Assad representa un cambio profundo en Siria, pero también deja en evidencia los enormes retos que enfrenta el país para alcanzar la estabilidad y la paz.
