Uno de los principales problemas que ha desnudado el uso de las redes sociales en Latinoamérica es la capacidad que tienen muchos de convertirse en profesionales de alguna rama del conocimiento sin estudiar y alcanzar el correspondiente título. Escuchamos y leemos a diario a personas que opinan con vehemencia, pontificando sobre asuntos de minucia profesional en temas de ingeniería, medicina y otros, pero sin duda, donde más sucede es en el tema jurídico.
Los abogados “silvestres” pululan por doquier. Escuché a alguien decir que el Derecho no debería estudiarse cinco años, que con solo un año era suficiente para “manosear” los códigos y listo, ya que estaban escritos en español y con solo leerlos era suficiente para saber cómo usarlos, tal cual un manual de funciones de un televisor. Lo anterior me causó hilaridad. Yo llevo un pregrado, una especialización y una maestría, además de la experiencia de más de tres lustros, y aún hay asuntos en la materia que me hacen pasar horas y hasta días investigándolos, no obstante tener algún reconocimiento como profesional en ello.
Imagínense cómo me siento al escuchar al presidente Gustavo Petro decir “estudié en El Externado, que es una forma de estudiar Derecho”, asumiendo que porque se formó en una facultad diferente, el estar en el campus universitario le hace profesional por ósmosis en todas las disciplinas académicas que esta ofrece. ¡Habrase visto tremendo despropósito! Esto viniendo del que vende los dulces en la puerta de la universidad da risa, pero de boca del presidente de la república, lo que hace es aterrar. Maquiavélicamente utiliza esa frase, a lo menos absurda, solo porque necesita apuntalar su crítica rancia a las altas Cortes, que legislación en mano le tumban todas las ilegalidades que pretende hacer aprobar, y tiene como estrategia ahora desconocer que es el estudio de las normas, su creación, desarrollo y dinámica lo que puede mantener a una sociedad libre del caos y de la anarquía. Claro que esa es la forma de gobierno que él quiere establecer; él es anarquista por antonomasia y no abogado por experiencia, como dijo, usando para ello su recorrido congresional.
Sin embargo, también surgen interrogantes sobre la superficialidad de su experiencia. La falta de estudios formales puede limitar su comprensión de conceptos más profundos y complejos, lo que podría resultar en una simplificación excesiva de ideas que requieren un estudio riguroso. Aunque su intuición y su perspectiva pudieran ser valiosas, la educación formal aporta un marco crítico que no se puede ignorar. Además, el fenómeno de sentirse "profesional" sin un título puede contribuir a la desvalorización de quienes realmente han dedicado años de estudio para obtener su conocimiento. En un mundo donde la educación es un privilegio y una herramienta de movilidad social, es fundamental guardar respeto por el rigor académico.
En conclusión, la historieta de Petro es un llamado a la reflexión sobre cómo valoramos el conocimiento y quiénes tienen derecho a ser considerados "profesionales". Su experiencia nos recuerda que la educación formal tiene su lugar y su valor en la construcción de una sociedad más informada y crítica, con más veras el vituperado Derecho.