Barranquilla – Mientras contratistas de Transmetro denuncian que llevan tres meses sin recibir pago, la gerente del sistema, Liliana Rosales, celebraba su cumpleaños en un hotel de la ciudad. El contraste entre la crisis de los trabajadores y la fiesta de la directiva ha desatado indignación y nuevas críticas hacia la administración.
La inconformidad se acentuó cuando se conoció que la gerente celebró en el hotel Windsor con la presencia de directivos de Transmetro. Según denunciaron algunos trabajadores, se les habría pedido una cuota a empleados para asistir al evento, pese a los retrasos en los pagos. Esta versión circuló rápidamente entre el personal y amplificó la molestia.
Los afectados aseguran que la deuda acumulada por junio, julio y agosto los obliga a endeudarse para cubrir gastos básicos como arriendo, transporte y alimentación. Además, deben soportar los reclamos y malos tratos de usuarios inconformes con el servicio, lo que suma presión emocional a la falta de ingresos.
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"No podemos parar porque perderíamos lo poco que tenemos, pero tampoco podemos seguir trabajando gratis", explicó uno de los conductores, que pidió reservar su identidad por temor a represalias. Su testimonio refleja el sentir de decenas de empleados que sostienen el sistema día a día sin remuneración.
En cifras, se estima que más de un centenar de contratistas estarían afectados por los retrasos. Recaudadores, guías y personal de apoyo en estaciones integran la lista de quienes reclaman por el pago de sus honorarios pendientes. "Tenemos familias que dependen de este ingreso, no es justo que tengamos que esperar meses", señaló otra trabajadora.
La polémica también alcanzó a la opinión pública. Usuarios habituales del sistema reaccionaron en redes sociales, algunos expresando solidaridad con los trabajadores y otros cuestionando la gestión de la gerencia. "El pasaje sigue costando lo mismo, pero los empleados no reciben su pago, ¿dónde queda el dinero?", escribió un ciudadano en X (antes Twitter).
La controversia por la fiesta de la gerente en medio de la deuda laboral añade un matiz simbólico que potencia la indignación: empleados endeudados frente a directivos celebrando en un hotel. Para la comunidad, el contraste refuerza la percepción de desconexión entre la administración y el personal.
El caso vuelve a poner sobre la mesa las dificultades de gestión en el sistema de transporte masivo de Barranquilla. Una crisis al interior del sistema puede traducirse en un deterioro mayor del servicio, afectando directamente la vida cotidiana de los usuarios que dependen de Transmetro.